miércoles, 13 de mayo de 2009

GUINDO BENDITO

Autor: Adolfo Ruiz Zanabria (Lima, marzo 2009)

Guindo bendito de fruto sagrado,
germen de tierra noble, entre el cielo y el ande,
entre el viento y la lluvia;
deja que calme mi sed con la sangre torrentosa de tu fresco capulí,
deja que aplaque mi hambre con el fruto vigoroso de tu primera cosecha.


Guindo divino de fragancia etérea,
hijo primerizo del Apu eterno, nacido en limpia mañana
de un febrero fecundo;
deja que sosiegue mis penas con el canto silvestre de un zorzal lloroso,
deja que mitigue mis ansias con la miel agridulce de tus hojas verdes.

Guardián humilde de tiempos andinos,
reposado testigo de otoños perpetuos, de brisas celestes
de trigo y maíz;
¿Sonríes siempre al verde prado y animan tus hojas al sol fugaz?
¿Pregonas siempre el dulce canto y el coronado vuelo de argento cuculí?

Guinda bermeja de pulpa sabrosa
golosos labios de mi chola capulí, fruta púrpura
de tempranero embrujo
¿floreces siempre en azulado cielo retando al frío y a la helada?

¿Te yergues siempre viviente y maduro en este tu cuerpo de verde esmeralda?

Gota de lluvia que preña la árida tierra,
fuerza terrenal, sombra de ternura materna
que silencia el hambre y la sed del andino peregrino,
¿No eres acaso, un canto al sol de mi gloriosa estirpe?
¿No se funden en ti, mi sangre rebelde con tu savia vigorosa?

En mis tardes seniles te añoro, ¡oh guindo amado!
como el cómplice leal de mis secretos de huayno y yaraví.
Y en las discretas noches de luna llena te recuerdo,
refugiando en tu regazo la furtiva pasión de febriles amantes,
que calman presurosos el fuego de su amor.

Quiero nacer y morir guindo frondoso
devorando el polvo de tus hojas caídas,
y vivir en tus ramas abrazado a los pájaros de granizo blanco,
hasta la llegada de mi hora crepuscular
en tanto tus raíces arañen la tierra hasta hacerla sangrar
.

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